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  • Foto del escritorAldo Muñoz Castro

Haciendo contacto con la realidad (2a parte)

Actualizado: 21 sept 2018

El miedo y el sufrimiento

Otra razón, para que se creara (o reforzara) este mito del “mexicano que ayuda”, y junto a ello las ideas de que eso sucederá siempre o de que el país por fin va a cambiar, vino del cómo se interpretó esta movilización social inmediata posterior al sismo. Se entendió como un acto de solidaridad y valentía, de la muestra de lo que “está hecho el mexicano”. Por supuesto que hay parte de verdad en ello y por eso amo este país, por ese sentido de solidaridad y calidez, pero no es lo único que esta detrás de este hecho. El narcisismo, del que hable antes, nos lleva a sobrevalorar muchas de nuestras acciones y hacer interpretaciones deformadas respecto de las razones. Distorsiones inmediatas, algunas han perdurado generaciones y otras son ya hasta históricas. Un ejemplo está en cómo hemos hecho días de celebración sucesos en los cuales salimos victoriosos, como la batalla del 5 de mayo, aunque sean hechos aislados y dejen de un lado las guerras perdidas. En el fútbol también podemos apreciar esto, siempre alabamos el desempeño del equipo de fútbol nacional cuando se enfrenta a rivales “grandes”, aunque el resultado final sea una derrota. Somos una nación con infinidad de heridas históricas no sanadas, es natural que nuestro narcisismo busque protegernos de estas heridas, sin embargo, el riesgo es quedarnos en fantasías que al final nos lleven a la decepción, desesperanza y a la rendición.


Si lo pensamos un poco, pareciera que solo nos podemos identificarnos como nación desde el sufrimiento, para bien o para mal. Nos identificamos como mexicanos porque le dimos batalla y le jugamos al tu por tu a las potencias en el fútbol, porque le pusimos cara al grande siendo nosotros pequeños y débiles. Nos identificamos como mexicanos porque ante los desastres nos unimos. Pero también, nos identificamos como mexicanos abusados, explotados y tratados injustamente por un gobierno abusivo. Somos las víctimas de la violencia destructiva del crimen organizado, los que no encuentran a sus hijos, los que perdieron a sus padres, los que recuerdan a quienes les fueron arrancada la vida, quienes se quedaron con un duelo no resuelto. En estas dos facetas, para algo “positivo” o para algo “negativo”, está de fondo el sufrimiento. Ese es un problema grave. Sufrir, hacer sufrimiento, desde lo que he aprendido es el punto más alto de malestar, donde se pseudo toca el dolor, donde la vida se ve sin salida, y lo peor, donde nada se resuelve y todo queda pendiente. Existen diversos factores que han alimentado esto, como la religión católica que en su andar histórico ha enseñado que el camino a la redención pasa por el sufrimiento. Cuando Dios ve que sufrimos, según nos dicen, su misericordia nos alcanzara y nos dará cobijo, pues el sufrimiento, desde esta versión, pareciera que es la única forma de llegar al cielo.



El cine y la televisión nos enseñó también ese camino. Somos el país de las telenovelas donde los personajes sufren en sus vidas, si sufren lo suficiente, al final su bondad, buenas acciones y su capacidad de aguante, serán recompensados. Una promesa que en la realidad poco o nada se cumple. Enseñanza que fue parte de la bondad que nos movió a ayudar. Somos la nación que ha sufrido invasiones e imposiciones de naciones extranjeras, ergida en la inestabilidad, como el piso que se nos movió, por eso supimos que hacer, porque ya no sabemos la historia, por desgracia no para prevenirla. Lo que no hemos aprendido a hacer es a vivir una vida fuera de ella, nos hemos quedado en la inestabilidad, sufriendo, aguantando, siendo buenos (o eso creemos). Esperando a que con esto un día la vida nos recompense y tengamos un buen gobierno, un buen trabajo, una buena familia, un buen amor y una buena vida.  Por tal motivo no dejare de insistir en lo que planteo.

Ser la nación que sufre y sufre constantemente nos ha unido a nivel inconsciente.

Lo que no hemos entendido, es que ese sentido de solidaridad y calidez que aparece muy frecuentemente, como se dio ante los sismos recientes, que nos une, que enamora a los extranjeros, que es un sello nuestro; es producto del reconocernos desde el sufrimiento. Ser la nación que sufre y sufre constantemente nos ha unido a nivel inconsciente. Porque sufrimos con el genocidio de nuestros ancestros prehispánicos quienes fueron arrancados de esta tierra que les pertenecía. Reclamo que sigue vivo en la voz de muchos y que ello deriva en la búsqueda de conservar esos “nichos” que nos recuerdan a esos antepasados, lo que muchas veces tiene consecuencias terribles como una marginación social, económica y educativa, porque como es importante respetar “los usos y costumbres” y “dejarlos como están”, eso impide a nuestros hermanos crecer y evolucionar.


En el fondo de estas acciones en pro de ayudar hay más verdades. Nos movimos porque sabemos lo que es sufrir, como ya expliqué. La otra es que el miedo fue lo que también nos movió. Toda la movilización humana que vimos es necesario verla como la manifestación del profundo miedo que provoca un hecho así. En lo que entiendo, nuestra dificultad de contactarnos con el miedo y el sufrimiento nos condujeron a actuar, una forma perfecta para no voltear a ver lo que sentíamos porque nos era muy difícil enfrentarlo en el momento. Esa dificultad, deriva de que casi nunca lo hacemos, la cultura nos fomenta todo lo contrario. Obviamente esta parte que buscó mostrar a la luz tiene que ver con una acción que viene motivada desde nuestro inconsciente, en parte. La otra parte del impulso que nos llevo a ayudar claro que viene desde la conciencia, desde esta capacidad de entender el momento y las circunstancias. He entendido que buscar una única explicación a algo, es válido con fines de estudio, sin embargo, la vida es multifactorial, muchas más veces de las que creemos. Por tal motivo, es imposible buscar un único origen a algo o una única explicación a algo. Yo solo buscó resaltar lo que, pienso, aún no hemos visto.

El viejo camino conocido lo comenzamos a recorrer una vez más: dolor, sufrimiento, miedo, sacrificio, más sufrimiento, más dolor, etc. El ciclo es infinito.

Ante el miedo que produce ver un edificio caer, la imposibilidad de hacerle frente, junto con la empatía generada desde el sufrimiento (porque hemos sufrido como todos), motivó a que muchas personas decidieran correr y comenzar a remover escombros, una forma con la cual buscaron hacer algo ante las emociones que los ahogaban. Ponerse a mover escombro demanda una alta exigencia física y requiere romper con toda emoción posible, garantiza no tener que tocarla, pero como las emociones son tan fuertes, se requiere terminar agotado hasta los límites humanamente posibles con tal de poder pasar la experiencia traumática, llegando al punto de ni siquiera sentir el cansancio, lo cual no significa que el cansancio no estuviera presente. Punto donde el cuerpo y la mente se desconectan totalmente, eso no es nada bueno. “Pasar” un examen no significa haber aprendido, igualmente, “pasar” las emociones no significa enfrentar y resolver. Lo atestigüe con personas que dieron su ayuda en el sismo del 85 y que hoy en día, ante este sismo, eso que quedó pendiente apareció y los hizo derrumbarse. Pude ver las secuelas de lo que no se atendió en su momento. Entonces, este acto de sacrificio que se hizo se vuelve un acto sufrido, donde creemos que por sufrir nos hermanos a los que cayeron en desgracia, pagamos y resolvimos el conflicto. De nuevo entonces, el viejo camino conocido lo comenzamos a recorrer una vez más: dolor, sufrimiento, miedo, sacrificio, más sufrimiento, más dolor, etc. El ciclo es infinito.


Estas palabras tienen la finalidad de despertar la conciencia de todos, no pretendo criticar las acciones que muchos hicieron en pro de otros, solo deseo resaltar la importancia de brindar a ayuda psicológica para todas aquellas personas que, independientemente de la motivación, dieron un regalo de sacrificio por otros. Merecen un cuidado directamente proporcional al sacrificio que hicieron, sin importar su origen, es lo menos que podemos darles. El resto es aprender la lección y comenzar a buscar un camino diferente que no sea el sendero del sufrimiento y aceptando el dolor como parte de la vida.


Todos perdimos algo

Hace casi tres años, un 5 de enero, estuve envuelto en un asalto. Me percaté de todo antes de que sucediera y por ello cuando todo comenzó, pude reaccionar y alcance a bajar del camión en el que iba y corrí... y corrí. Me dirigía rumbo a mi análisis. Después del hecho, dudé en ir o no ir, agarre valor de donde pude y acudí. Por supuesto opte por irme mejor en metro. Siendo un buen tema a trabajar, caí en cuenta, gracias a mi analista de que, sí, no me robaron nada material. Sin embargo, ello puede crear una falsa imagen de superioridad y decir “que chingón soy” para encubrir la verdad: Fui víctima de un robo al final, me robaron mi paz. Me di cuenta la importancia de aceptar mi malestar para poder salir del evento. Aprendí la importancia de cuidarme y logré superar el hecho.

Tenemos muy clavado dentro de nosotros que, si no sufro cuando los demás sufren, estoy siendo un egoísta y mala persona.

Después del sismo, parte del fenómeno psicológico que se dio fue lo que se llamó “culpa del sobreviviente”. Tiene que ver con un sentimiento de malestar por no tener pérdida alguna en comparación a las personas que perdieron bienes materiales o que perdieron familiares. El origen de esto no es otro que el sufrimiento. Tenemos muy clavado dentro de nosotros que, si no sufro cuando los demás sufren, estoy siendo un egoísta y mala persona. En ello hay un grado de narcisismo también debido a que, al ver que no me pasó nada y generarme malestar por ello, implica que estoy centrado en mí y solo viéndome a mí. Lo que esto provoca es moverme para estar en la misma sintonía que los demás. Comienzo a sufrir debido a que no perdí nada o termino movilizándome para ayudar y sufrir con los demás. Una vez más aclaro, esto que expongo no lo hago para criticar la ayuda que se dio, más bien tengo gratitud. Mi fin es mostrar trasfondo de todo con el fin de que ello nos ayude a enfrentar las cosas de una forma más práctica y más saludable.


La forma real (fuera del narcisismo) para vernos en este punto es entender esto: todos perdimos algo. Como aquella vez en ese asalto comprendí que en apariencia no me quitaron nada, pero en realidad me robaron mi paz; igualmente, después del sismo, tuve claro que todos perdimos algo. Para algunos fue su tranquilidad y seguridad, para otros sus lugares conocidos, sus puntos de encuentro, sus espacios de convivencia, sus trabajos; para algunos más perdieron posesiones, hogares; y algunos les tocó perder conocidos, amistades, primos, hermanos, padres, amores, etc. Claro, es posible que algunas personas les tocara perder todo esto junto. Que a mí no me tocará vivir este hecho como algo trágico y hacer consciencia de ello, permite liberarnos de la propia situación y retomar nuestro camino, porque la vida sigue. Escuche críticas duras porque hubo peticiones de regresar a actividades laborales (justifico absolutamente las que implican exponerse a un edificio dañado), para algunos era incoherente esto. Igualmente escuche quejas al respecto de querer regresar a clases, en lugar de ponerse a ayudar. Es entendible esto, sin embargo, también era necesario este retomar la vida por el simple hecho de cuidar nuestra salud mental, no es posible y no es saludable mantener un estado constante de alerta. Es esta misma necesidad de reparar en los demás, porque para mí visión no perdí nada, lo que provocaron estas quejas.


Así de compleja es la vida, a pesar de haber vivido el mismo hecho, las experiencias pueden ser drásticamente diferentes, si a mí no me tocó, pues significa eso, que no era para mi momento y que tengo la oportunidad de seguir mi vida. Para quienes les toco vivir algo trágico, les corresponde vivir ese momento, buscar sanar y encontrar la forma de seguir con su vida. Porque para ello si es real que su vida se detuvo y poco a poco tomará un nuevo cause en la medida en que ese dolor se atienda y resuelva. Hay historias, y creo que estudios científicos, que hablan sobre las personas que han vivido hechos de vida traumáticos que después de ello se han logrado levantar y crecer de una forma asombrosa. Recuerden la máxima de la intervención en crisis y una máxima de la vida: Los tiempos de crisis son tiempos de oportunidad.


Encuentra los artículos de esta serie en los siguientes enlaces:


Aldo Muñoz

Psicoterapeuta

aldo@aldomunoz.com

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