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  • Foto del escritorAldo Muñoz Castro

Don Jon (Un atrevido Don Juan)


A través del tiempo en el que he podido seguir el trabajo de Joseph Gordon-Levitt me ha llevado a creer que será un actor de época, sin embargo, ahora considero que llegará más lejos de eso, su ópera prima como director y escritor, y que él protagoniza, me hace pensar en ello. Mucho de lo que hablaré sobre la película lo puedo cimentar en la frase de Jon dice al inicio de la película: “Sólo hay unas pocas cosas que de verdad me importan en la vida. Mi cuerpo, mi piso, mi coche, mi familia, mi iglesia, mis colegas, mis chicas, mi porno”.

Don Jon (2013) narra la historia de un hombre joven y atractivo que trabaja como barman en un antro. Su trabajo le permite conocer a muchas mujeres, mujeres que seduce y que se lleva a la cama. Lo hace por el hecho de lograrlo, de tener a la mujer que quiere, de ganar la competencia con sus amigos. Simplemente por eso, es decir, no lo hace ni siquiera por el sexo que obtendrá. Punto importante a resaltar y que deseo que tengan presente. Hay algo más de Jon, es un hombre con una vida que se puede ver como “rutinaria”. Se  levanta, tiende su cama, limpia, se arregla, va a mi misa, ve porno, etc.

La pornografía es para Jon lo mejor que hay, lo que más disfruta, incluso más que el sexo real con una mujer, de hecho, lo prefiere por encima de. Esto le genera conflicto cuando comienza una relación con una mujer llamada Bárbara, para que se den una idea del “mujerón” que es, Scarlett Johanson es quien la interpreta. Además de ser una mujer sumamente hermosa y sexy, Bárbara es dulce y tierna. De esas chicas que le encantan las películas románticas, por lo tanto, busca a un hombre tierno, dulce, todo un caballero, o porque no decirlo así, un príncipe azul. Ella no accede de inmediato a tener sexo con Jon, desea primero tener una relación estable, conocer su mundo y ser parte de él. Comienza a influir en su vida, por ejemplo, ahora van al gimnasio juntos, e incluso, hace que Jon regrese a la escuela. Un día Bárbara descubre el gusto de Jon por la pornografía y le reclama por ello. A Jon solo le queda negarlo y como sabe que Bárbara no lo aprueba se ve obligado a buscar maneras de seguir viéndola: cuando ella no está en su departamento o viéndola en su celular. En este punto, surge la pregunta del millón, ¿cómo teniendo a una mujer tan hermosa Jon prefiere la pornografía? La respuesta que quizá vino a sus mentes, quizá entre muchas pero es la que me interesa tratar,  es la palabra “adicción”. Aquí viene lo bueno.


Una adicción provoca que las personas que la viven dejen de hacer su vida por tomar, drogarse o por tener sexo, además, de que genera conflictos en general en su vida. En el caso de Jon no pasa eso.

Un gran error, a mi consideración y está abierto el debate, que he leído en muchas reseñas y críticas de ésta película, es considerar a Jon como un adicto. Para mí no lo es. Sí, en apariencia alguien que no puede dejar de ver pornografía podría entenderse que tiene una adicción. Sin embargo, para quienes han visto la película, les invito a reflexionar y piensen si Jon deja de hacer su vida por ver la pornografía, la respuesta es no. De hecho, no le causa conflicto hasta que aparece en su vida Bárbara. Una adicción provoca que las personas que la viven dejen de hacer su vida por tomar, drogarse o por tener sexo, además, de que genera conflictos en general en su vida. En el caso de Jon no pasa eso. Y entonces ¿cómo se define el comportamiento de Jon?


En la vida fluimos con el resto de la tierra, nos encontramos y nos contactamos con los demás desde lo espontaneo, cuando nosotros queremos que él otro sea como deseamos o necesitamos, no nos relacionamos con ellos.

De nuevo los invito a reflexionar en la vida de Jon, la película nos muestra que tiene una serie de patrones muy específicos en su vida: tender su cama, ir al gimnasio, ir a misa. Todo eso nos remite a una palabra: control. Jon es una persona que busca controlar su mundo, todos lo hacemos en algún cierto grado, pero en Jon es algo muy marcado. Por lo tanto, pone en “orden” su entorno, tiene conductas muy establecidas, toda una rutina que le permite sentir que tiene el control del mundo. Es por esta razón que prefiere la pornografía, pues es verla y vivirla como él quiere, sin embargo, como me ha enseñado una de mis grandes maestras, en la vida no se controla, la vida, nuestra vida, podemos dirigirla. Cuando controlamos el mundo, o más bien cuando lo intentamos controlar, lo que hacemos es no relacionarnos con él, ponemos distancia. En la vida fluimos con el resto de la tierra, nos encontramos y nos contactamos con los demás desde lo espontaneo, cuando nosotros queremos que él otro sea como deseamos o necesitamos, no nos relacionamos con ellos. Jon conquista una infinidad de mujeres que después no vuelve a ver a pesar de que lo buscan, porque el relacionarse con ellas implicaría ceder (en la vida en realidad negociamos), y por lo tanto, es perder el control. Jon controla para no ser controlado.



Su gusto por la pornografía, le causa un conflicto hasta que aparece en su vida Bárbara, esta mujer hermosa (sí, me es necesario volverlo a resaltar), dulce y sexy, que parece un sueño. Una mujer que cualquier hombre desearía. Pero que creen, Bárbara también es alguien que controla, que desea convertir a Jon en el hombre que ella quiere, tanto así, que lo controla desde el sexo, lo hace regresar a la escuela y elige las materias que cursará. Pretende que sea quien ella quiere y no quién es él. Ambos se relacionan desde imágenes idealizadas y fuera de la realidad, un punto sumamente destacable de la crítica que hace Gordon-Levitt en su ópera prima.

Don Jon plantea que los hombres y mujeres hacemos lo mismo. Ambos buscamos estereotipos fantasiosos que son ideales, derivados de nuestra cultura, que cumplen una misión, y que, en este punto, se reflejan a través del cine. Por un lado, la pornografía para nosotros implica la fantasía de mujeres hipersexuales, disponibles, fáciles, voluptuosas que siempre desean y siempre quieren sexo y más sexo. Del lado de las mujeres, las películas románticas muestran hombres varoniles, dulces, románticos, príncipes azules capaces de prometer amor eterno, que se vuelven ciegos por su amada y que dejan de ver a otras mujeres. Ambos extremos son proyecciones absolutistas de los hombres y las mujeres, de lo que nos han dicho que somos. Es decir, la pornografía refleja a hombres que solo desean sexo, y las películas románticas, mujeres que solo buscan el príncipe azul. Los hombres no solo buscamos sexo y las mujeres no solo buscan al príncipe azul. Somos más que ello y su implicación, sinceramente, amerita un artículo completo, pero por lo menos Don Jon nos permite evidenciarlo.

El fracaso de muchas relaciones actuales es debido a que nos relacionamos con la imagen idealizada que construimos del otro y no con el otro.

Cuando nos damos la oportunidad de descubrir al otro de verdad, podemos elegir de verdad. Elegir si queremos estar con esa persona y descubrir lo positivo y negativo que hay en su ser, ver la totalidad, ver quien realmente es. Creo que es algo que necesitamos aprender o reaprender. Me atrevo a decir que el fracaso de muchas relaciones actuales es debido a que nos relacionamos con la imagen idealizada que construimos del otro y no con el otro. De lo poco que se del amor, es que es un encuentro puro y absoluto, una mirada directa a los ojos de un otro, que a la vez nos ve directamente a nuestros ojos.


Aldo Muñoz

Psicoterapeuta

aldo@aldomunoz.com

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