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  • Foto del escritorAldo Muñoz Castro

La doble moral y la nueva doble moral. (Segunda Parte)

Estamos en la época de la “nueva doble moral”. Donde nadie puede decir que le caen mal las personas homosexuales pues ¿cómo es posible una actitud así? Donde nadie puede decir que ama la tauromaquia porque se le cataloga de salvaje, idiota, etc. Una nueva era en el cual, si alguien dice que no le son gratos los inmigrantes en su país, es atacado y acusado de xenófobo, es decir, se diagnostica y se etiqueta. Dentro de ello se descalifica pues ¡¿cómo es posible que alguien piense de esta forma en pleno siglo XXI?!


La incongruencia se origina cuando las visiones que son diferentes a estos nuevos ideales sociales mundiales se hacen presentes y se les pretende nulificar.

Aceptación, inclusión, equidad, respeto, y sobre todo, libertad. Son palabras que para mí representan los ideales que hoy se buscan en el mundo. Son la pretensión de lo que lo políticamente correcto busca, pero que, a la vez, distorsiona. Por lo tanto, en la nueva doble moral también existe la incongruencia y la rigidez. La incongruencia se origina cuando las visiones que son diferentes a estos nuevos ideales sociales mundiales se hacen presentes y se les pretende nulificar. Como querer que se acepten a todas las personas con una forma diferente de vivir su sexualidad, pero rechazar a todo aquel que no piense esto y atacarlo para que se calle, que su opinión se deje de escuchar, que desaparezca.


Doble Moral, Nueva Doble Moral, Incongruencia
La Doble Moral

Es pretender dar derechos a aquellos que no los han tenido, pero a costa de callar y anular a toda persona que no piense así. Por lo tanto, la aceptación, inclusión, el respeto y la libertad, se transforman en rechazo, exclusión, inequidad, irrespeto y sumisión. Tiene un porque todo este fenómeno. Parte o una explicación está en el hecho de que muchos de los grupos que hoy pelean por sus derechos, son individuos que han vivido, se identifican o conocen la represión, porque han sido o fueron víctimas o porque saben de otros que lo viven o lo vivieron. Por ello, toda persona que pueda representar una amenaza es atacada. Para mí la incongruencia, en este caso, es en gran medida no consciente.  No niego que también existen personas con consciencia e intención de reprimir todas aquellas voces consideradas como peligrosas derivado directamente de emociones como el rencor y la venganza. A fin de cuentas, hablamos de nuevo de naturaleza humana. Al ser personas que han vivido, o su grupo ha vivido, bajo el yugo de otros, no solo en el presente, también históricamente, consideran que tienen el derecho de responder de la misma forma en que fueron tratados. Para ellos el haber sido víctimas les otorga una justificación para hacer lo mismo que padecieron, es el dolor no resuelto, la herida sin cerrar lo que impulsa la acción. No queda de más decir que esto no es una generalidad.


No es de sorprenderse que en muchas ocasiones el oprimido se vuelva el opresor producto del resentimiento y de las secuelas por el daño vivido. Ese era el temor que vivían los Afrikaners (y todo aquel beneficiado del apartheid) en el momento en que Mandela fue electo presidente. Tuvo que enfrentar la críticas de muchos que consideraban ilógica su postura; que él siendo victima de ese sistema quisiera proteger a los agresores cuando era evidente, claro e incuestionable el daño que hicieron, era no menos que una locura para la visión de muchos. De lo que no se daban cuenta estos críticos era de su cerrazón, de su necedad. Esto pasa también en la actualidad. El que hoy en día sea evidente que muchas creencias en las que se sustentaban muchas cosas del mundo eran erróneas, da la pauta para explicar porque hay rigidez en la nueva doble moral. 

En la lógica de esta forma de ver el mundo, la segregación tanto racial, de la mujer y de la sexualidad está comprobadamente sustentada en ideas no válidas, irracionales o injustas.

Se presenta por la dificultad de concebir que el otro no entienda lo que se defiende, porque para quien lo defiende es evidente. Porque existen victimas reales del holocausto y de la opresión afroamericana, por ejemplo. En la lógica de esta forma de ver el mundo, la segregación tanto racial, de la mujer y de la sexualidad está comprobadamente sustentada en ideas no válidas, irracionales o injustas (o todas estas explicaciones juntas). Todo aquel que no entienda esto y se exprese en contra de estos parámetros se le ve como el enemigo, el villano, el malo. Olvidamos que las personas ven el mundo de diferentes maneras y que nadie es dueño de "la verdad", aunque esta pueda ser sustentada, lógica o evidente, habrá quienes no quieran o no puedan verla.


Los que ejercen la nueva doble moral son personas que a pesar de que están dentro del mundo de las “ideas progresistas”, su visión no les permite entender que hay otras formas de pensar y creen que lo correcto es callar, desaparecer o extinguir a quien no siga esta línea, ahí está de nuevo el ocultamiento ejecutado de forma consciente, pues se cree que aplastando o exterminando a los retractores se acabará con el racismo, la homofobía, el machismo, el maltrato a los animales, etc. A esto mismo se enfrentó Mandela. Justo aquí es donde se cae en la incongruencia porque entonces la victima se vuelve el victimario.  El caldo de cultivo de esta nueva doble moral está en internet. Todo aquel que rompe lo políticamente correcto es devorado por las pirañas cibernéticas. Y esas pirañas somos todos. Basta una publicación, basta un tuit, basta un meme, basta una imagen con solo palabras, basta una foto y las pirañas aparecen, señalan, evidencian, atacan y destruyen. Lo que nos lleva a otro componente de la nueva doble moral.


Así como los humanos somos incongruentes y rígidos, también somos intolerantes. Todos tenemos juicios, y no son malos. Están dentro de nuestra programación y su función en la infancia, cuando se insertan, es poder hacer más claro nuestro mundo y los límites que lo componen. Obviamente seguirlos ciegamente puede provocar consecuencias que han llegado a actos atroces. Por lo tanto, cuando yo rechazo una idea por el hecho de rechazarla, sin la oportunidad de conocer la opinión del otro (y cuestionar mi opinión), es cuando hablamos de la intolerancia.


En este mundo donde la información corre por todos lados, es más fácil tener una “opinión” con respecto a las cosas, y no solo eso. La basta puerta de información que tenemos (que frecuentemente es falsa o parcial) nos lleva a creer en muchas cosas. Ya no es como antes que teníamos la versión oficial y la versión no oficial. Ya hay más versiones. Esto sumado al narcisismo actual, donde nos creemos conocedores de todo porque los vimos en facebook o en wikipedia, son los elementos que fomentan la intolerancia en la que se erige lo políticamente correcto, y por consecuencia, que exista en la nueva doble moral.


Toda muestra de opiniones que vayan en contra de lo políticamente correcto es atacada sin reparos. Al que ose decir abiertamente que las mujeres deben estar en el hogar con los hijos o quien diga que ama la caza de animales, es inmediatamente atacado por pensar así. No hay diálogo, no se crea un espacio de respeto, no hay nada. Implica que todo aquello fuera de esto se busca prohibir: “deberían prohibirte hablar en público”, “deberían prohibir las corridas de toros”, “urge legislar”, etc.



La nueva doble moral es también acción. Todo lo que vaya en contra de lo políticamente correcto, se pide, más bien se exige, que sea “prohibido”. Lo más peligroso en este mundo es el prohibir, es práctico, pero peligroso. No me mal entiendan, prohibir que alguien mate a otro nos permite vivir en sociedad. Pero ¿prohibir por una idea?, ¿prohibir por una opinión? Claro, toda idea que se lleve al acto y transgreda a otro, y transgreda las libertades y garantías de un ser humano, debe ser sancionada, pero por la ley, no por el deseo de alguien. El límite es difícil.


Prohibir implica brincarse el conflicto. Es más fácil decir “prohíbelo”, a hacer el esfuerzo de enfrentar, hablar, negociar (no sabemos negociar), educar o aceptar que hay gente que no le gusta la homosexualidad, que no todos son sensibles a la muerte de un animal, y que existen personas que siente que la inmigración les ha afectado o robado oportunidades. Prohibir, es más fácil incluso que autocuestionarnos sobre nuestras propias creencias. Tendemos a querer imponer nuestro mundo y no entendemos que existen muchos mundos, y que son diferentes al nuestro.


La prohibición es hermosa hasta que nos alcanza. El prohibir es un acto de empoderamiento, yo podré estar encantado porque se prohíba la tauromaquia, sin embargo, eso abrirá la puerta a más cosas. Quizá después otras personas dirán que tener más de un perro en un espacio pequeño es maltrato animal o vestirlo con ropas ridículas es maltrato; entonces, como ya hay un antecedente con la prohibición de la tauromaquia, será fácil prohibir de nuevo hasta prohibir todo contacto con un animal. ¿No en esencia a los animales solo los explotamos para alimentación, compañía, ayuda, etc?, ¿no es mejor que vivan en su habitad y en paz?


El prohibir es más peligroso porque le da más poder a quienes ya lo ejercen.

En esta dinámica de prohibir por el prohibir da apertura para matar la libertad de expresión y la libertad en general. Además, recuerden, siempre habrá un político que, por ganar votos, se aliará a cualquier cosa que le garantice un puesto. El prohibir es más peligroso porque le da más poder a quienes ya lo ejercen. Muchas acciones gubernamentales que han empoderado más a quienes están en el poder vienen por la cadena de la prohibición. Un nuevo eslabón a los eslabones previos. En el fondo el prohibir tiene que ver con la intención de controlar, dominar  y someter.


En toda esta reflexión la invitación que hago es para fomentar la idea de que es más saludable aceptar que hay cosas que no nos agradan y no aceptamos. En la medida en que nos hagamos conscientes de ello entenderemos que existen otras visiones, y lo más difícil, aprenderemos a tolerarlas, e incluso, a respetarlas. Comprender que es posible que puedo ser yo, u otra persona, alguien que luche por los derechos de las mujeres, pero me desagrade la homosexualidad, eso no me hace una mala persona, me hace un ser humano.


Como nota final deseo decir que no me gusta la tauromaquia, no creo en prohibirla porque considero poco a poco está muriendo porque ya cumplió su función social. Creo en la equidad en las relaciones de género, sin embargo, hay un gran vació con respecto a la masculinidad y la nueva forma de ser hombre. El racismo no lo entiendo y me impacta como ha afectado la vida de tantas personas. Para mi la sexualidad es diversa más que perversa y la naturaleza no se limita a la heterosexualidad. Muchas veces he sido intolerante con personas que tienen una visión distinta a la mía, sin embargo, hoy me esmero por aprender a respetar y, sobre todo, comprender que cada persona tiene derecho a ver y vivir su vida como quiera, mientras no transgredan a los demás. 


Aldo Muñoz

Psicoterapeuta

aldo@aldomunoz.com



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