En esta actualización de mi sitio web, para darle movimiento a mi blog, estoy retomando escritos que hice hace algunos años. Esta modernidad, postmodernidad o época contemporánea (como le llamen) permite "repensar" lo antes expresado ya que la experiencia da pie a llevar más lejos lo previamente pensado. En ese "retomar ideas" y evolucionarlas con la conciencia que mi presente me otorga, les comparto este artículo sobre un concepto en el cual se cimentó una crítica a la psicología. El término es la “sociedad psicológica”, proveniente del libro “La Falacia de Freud”, escrito hacia el final de los años setentas por Martin L. Gross. Un libro que me encontré en mis andanzas entre libros viejos.
Es necesario aclarar que, en estricto sentido, Freud es sinónimo de psicoanálisis y, psicología, desde la visión psicoanalítica, es diferente al psicoanálisis. Es decir, desde este punto podemos cuestionar el libro porque al abordar una críticas sobre el psicoanálisis, la psiquiatría, la psicoterapia y la psicología, es posible que el autor se pierda al englobar todo como si fuera lo mismo. Sin embargo, si algo se puede rescatar de esta posible confusión es justamente el hacer diferencias absurdas. A los ojos del presente psicólogo, los individuos que insisten, regularmente son los psicoanalistas, en marcar una diferencia abismal, como si fueran cosas totalmente distintas el psicoanálisis y la psicología, lo hacen en esencia por su narcisismo.
Es una necesidad absurda de superioridad ya que los psicoanalistas frecuentemente consideran superior el psicoanálisis sobre la psicología, porque desconocen sobre el vasto campo de teorías que hay en la psicología, muchas de las cuales derivaron del mismo psicoanálisis (o fueron influenciadas por esta) y que abordan de forma profunda el ser humano. Pelea regularmente centrada sobre el conductismo, al que consideran reduccionista y no entienden la importancia de este paradigma para la psicología misma, ya que este enfoque da pie a establecer de forma sólida una ciencia psicológica, ya que, al enfocarse en la "conducta observable y medible", hizo mucho por esta joven ciencia, porque delimito, ordeno y estructuro un campo científico justamente "observable y medible". Lo anterior lo digo sin negar que este enfoque teórico, como todos, muchas de sus ideas y preceptos se pueden cuestionar y criticar.
Desde una concepción moderna e integradora, es necesario entender y dejar claro que la psicología aborda al ser humano en su totalidad y que lo más propio para la ciencia (aunque el psicoanálisis se le señale de no ser una ciencia) es entender que lo abordamos desde diferentes enfoques y métodos. Todo se engloba en la "Ciencia de la Psicología". Por lo tanto, el psicoanálisis es parte de la psicología, es único, sí, por tener un cuerpo de ideas específicos, como únicas son otras corrientes teóricas que tienen su cuerpo teórico propio (conductismo, humanismo, sistémico, transpersonal, cognitivo, etc.); pero igual porque su objeto de estudio e intervención no es otra cosa más que el mismo ser humano, por supuesto, lo hace desde un punto de estudio particular en este caso el inconsciente. Así mismo, otros enfoques teóricos, abordan a este mismo ser humano desde un objeto de estudio específico. Ver esta totalidad, sin confundir o perdernos en la amplitud que implica el ser humano y dándole su lugar a cada cosa, suma a la búsqueda por abordar, entender y ayudar a las mujeres y hombres que formamos esta especie. Esa es la única y verdadera misión de la psicología.
Aclarado esto, recupero el concepto del cual el autor del libro deriva su tesis central. El autor habla de un ser humano que antes de la psicología sabía que hacer con autonomía y distinguía lo real (verdadero) de lo falso (lo no real). Lo único que pienso al respecto es: ¿en qué momento ha existido ese ser humano?
Para contextualizar esta idea es necesario recordar cómo ha emergido la figura del psicólogo en la sociedad. Evocaré de mi memoria una excelente clase que me dio un profesor en la maestría, el padre Carlos Escandón. En su catedra aprendí que la promesa de la modernidad, de un mundo de bienestar a partir de seguir las ideas de la ilustración, no se cumplió. Esto ha venido acompañado de una crisis en las instituciones en las que se sostiene la sociedad: la familia, la escuela, la iglesia, el estado, etc. La suma de esto hizo necesario la emergencia de figuras que dieran el apoyo y soporte que la gente necesitaba.
Una consecuencia inherente de asumir este rol ha sido un empoderamiento de la psicología pero, como sabiamente dijera el tío Ben (Spiderman), “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. El poder de la psicología está sustentado en la idea de que nosotros podemos “dictar” lo que es la conducta humana (uso el término para hablar de lo visible, no por dejar de fuera otros objetos de estudio en los que se centra) y cómo cambiarla. Poder otorgado por la sociedad y que viene de una visión errónea de lo que es la psicología desde la cual sospecho que el sr. Gross construye su crítica. ¿Por qué se cree esto? Para mí la explicación es simple: El hecho de que nuestra vida profesional dependa de “estudiar y entender la conducta humana”, que es el objeto de estudio de la psicología, hace pensar a las personas que saben lo que es la psicología y que cómo trabaja. Pues a pesar de no tener una formación especializada, al final, todos somos “humanos”, por lo que la gente se cree capaz de “terapiar” a otros cuando lo necesitan. Decirles que hacer y darles soluciones a sus problemas. Muchas ocasiones taxistas me lo han dicho: “en esta profesión también le hacemos de psicólogos”. Sin embargo, la psicología va mucho más lejos de creencias aunque no puedo negar que está contaminada de estas y que los primeros quienes no son conscientes de estos son los propios psicólogo.
Nos encontramos ante un hueco importante, un profundo agujero de ignorancia sobre esta profesión, y en particular en nuestro país. La falta de conocimiento de lo que es y la falta de legislación respecto a ella (sobre todo de la psicoterapia), da pie a innumerables situaciones que más que generar un beneficio ponen en riesgo a otros. Y esto es el motivo de que en muchas ocasiones la gente se entera de historias donde seres particulares que hacen o ejercen la psicología (o alguna cosa que se parece a) realizan cosas que solo justifican la frase: “los psicólogos están locos”. Provocado por psicólogos con carencias en su formación, o derivado de individuos que se meten a la psicología sin la mínima formación, o gente de otras áreas de estudio que entran al campo de la psicología careciendo de una formación básica (y que la psicología lo ha permitido).
Me es importante aclarar que la psicología no es una élite inalcanzable, ni pertenece a un grupo de privilegiados, el que a veces nosotros, quienes vivimos de esta profesión, nos creamos eso, es nuestro mero narcisismo. Lo que sí, su ejercicio requiere, como en todo, preparación. Por esto resalto la responsabilidad que implica la psicología y sobre todo la psicoterapia, ya que en algunos casos, la gente pone su vida en nuestras manos. Es importante que lo aclare también, no hablo de una responsabilidad divina que pienso es la herencia que hemos recibido al tomar el rol de las instituciones antes mencionadas. Es un error pensar que “con una palabra nuestra bastara para sanar un alma” como dijera un estimado amigo y profesor. Hablo de entender realmente lo que implica que una persona se acerque a nosotros sin importar la razón (laboral, deportiva, educativa, forense, social, psicoterapéutica, etc.), depositen en nosotros su confianza y abran su privacidad por el solo hecho de somos psicólogos, aunque a veces no sepan realmente que es, pero al final creen en lo que les decimos.
No podemos evitar este poder, pero si podemos aprender a ejercerlo. Me refiero a reconocer que nuestro campo de conocimiento tiene una demanda e importancia para la sociedad; asumir la responsabilidad de esto, prepararnos y divulgar lo que realmente implica nuestra profesión, sus alcances y sus limitaciones. Pelear por los espacios que nos corresponden, no porque sean exclusivos de nosotros, sino porque es el espacio donde trabajamos, el cual conocemos y en el que podemos prestar un servicio para los demás. Esto toma más sentido con el "boom" en redes sociales de coaches, "cuestionadores de la vida", "influencers", etc., etc. Todos aquellos que "creen" (con asombrosa ignorancia) entender cosas de la vida y que "desarrollan métodos" para abordarla. Personas que al final se compran su propio cuento y lo venden a los demás, quienes también se lo compran.
La invitación es reflexionar cuál es el impacto de nuestro ejercicio profesional, sin distinción del campo de especialización. Tomar en cuenta que el seguir dejando que otros hablen de las cosas de la vida como si fueran tan simples y sin una responsabilidad mínima; si además, por unos likes, somos parte de esa misma irresponsabilidad, estas fomentando el caos. Necesitamos pensar en lo que hacemos, en cómo lo hacemos y para qué lo hacemos. Cuestionarnos si a veces no somos los primeros en colocarnos en ese lugar pseudodivino, en donde, realmente, estamos cercanos a crear “sociedad psicológica” de la que Gross habló hace tantos años. Si nos creemos seres superiores terminaremos solo satisfaciendo nuestras necesidades y no las necesidades de las personas que nos buscan, no por nosotros, sino por la profesión que ejercemos.
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