Es muy común que la gente beisbolera se jacte de que su ambiente es “familiar”, incluso hay una sensación de cierta superioridad sobre el futbol por este motivo, es más bien una forma de atacar y devaluar a un deporte que tiene más popularidad por envidia, aunque no siempre fue así. Para alguien que lleva años viviendo el beisbol, sé que es todo menos un “ambiente familiar”. Desde niño me tocaba escuchar cánticos con groserías, insultos al umpire (arbitro), peleas, chiflidos hacia las mujeres o escuchar a la tribuna “pedirle” a las mujeres “dar una vuelta” (un acto machista donde se les pide “mostrarse” para el “deleite”, por supuesto, de los hombres). Todo eso no tiene nada de “familiar” o quizá jamás he entendido el concepto. Por lo tanto, responder con cierta violencia en este ambiente (como sucede en otros estadios) es algo que he visto y que puedo hacer.
Yo mismo lo he vivido al jugar, porque he tenido la gran fortuna de jugar desde niños hasta adulto (algo que poca gente puede presumir), ahí es en donde aprendí que, si te dejas aplastar, la gente te aplasta. Lo viví en situaciones en donde, por un “error mío”, me tocaban los reclamos (violentos en algunos casos) de otros compañeros, como si ellos no cometieran errores, los cuales de por sí negaban y culpaban a otros o al campo cuando los cometían, es algo que ya no tolero desde hace mucho y lo cual no fomento al momento de jugar. Dentro de los mismos juegos, me he encarado con rivales y me han violentado (no puedo negar mi violencia también dentro de este tipo de sucesos), me ha tocado tribunas hostiles (pequeñas, tampoco voy a exagerar), público atacándome o atacando a mí equipo a lo que nunca he respondido directamente, pero si lo he hecho a través de lo que el propio juego permite, si no fuera así, el costo es la expulsión, no del partido, de la liga y por nada del mundo me quiero privar de jugar.
Para la ignorancia de estas 4 personas asistentes al juego, que con su acción me reitera que no son aficionados regulares (aunque muchos aficionados “regulares” ahora son iguales) y que desconocen del juego, mi hermano y mi primo eran unos “imprudentes” porque “tapábamos su visión”. Lo más conveniente era que se pararan para que pudieran ver (no está prohibido en ese momento, el cambio entre entradas, una vez más, es un espacio de descanso para todos, los jugadores y el público) o, en su caso, pidieran “permiso”; sin embargo, ellos eligieron gritarnos de forma poco cortés. Lo peor, es que mucha gente a su alrededor les comenzó a hacer segunda, es decir, en sus cabezas nosotros éramos lo problemáticos, de hecho, nos comenzaron a gritar. También puedo comprender su respuesta porque mi hermano le estaba respondiendo el señor que le gritaba y quizá, “por ser mayor”, parecía que él se estaba pasando o estaba siendo abusivo, porque además mi hermano es enérgico al responder y no se deja, justamente así era como jugador y era excelente pelotero por esa tenacidad. Es curioso todo mundo me dice “tu hermano es muy tranquilo” y lo es mientras no se metan con él y menos en algo que quizá el ama más que yo, el beisbol.
En este tipo de situaciones nunca falta el señor o señora que se mete y que es ajeno al hecho, en este caso fue un señor que comenzó a “tranquilizar las cosas” cuando nadie se lo pidió y el conflicto no era de él. Por eso cuido mucho estas romantizaciones de la sociedad que se evidencian en frases tipo “porque nadie hace nada”, “es que este mundo es indiferente”, “es increíble como las personas no son empáticas”, etc. En esta demanda social, muchas veces no ayudamos, solo empeoramos las cosas o incluso nos arriesgamos. Al respecto, hace unos días veía un video de un “experimento social”, lo que yo le llamaría una “irresponsabilidad encubierta de enseñanza moralista”, donde un hombre, en un país europeo (al parecer), toma entre sus brazos a un niño en plena calle. La clave que puede detonar una respuesta de auxilio, por parte de otras personas, es que el individuo cubre con su mano la boca del niño, lo cual se puede interpretar como una acción de silenciar al menor y que englobaría un acto de “secuestro”. Al final solo 1 de cada 10 personas, “hace algo”, y la enseñanza/regaño, es sobre esta “indiferencia” por parte del mundo. En la realidad las cosas no son tan fáciles porque justo yo no puedo saber si es un secuestro o si es la ocurrencia moralista de alguien que graba un video para hacer “conciencia” (más bien obtener likes).
Si ustedes se cuestionan que se debe hacer en un caso así, los más adecuado, por el bienestar de todos, es llamar a la policía (las personas capacitadas para estas situaciones), así no se arriesga al infante, así no se arriesga la persona que “auxilia” y, así, se puede evitar una situación peor. Por supuesto entiendo que no siempre se podrá hacer de esta forma, por eso hay diferencias entre lo que podemos considerar un verdadero héroe, una víctima lamentable de un suceso o un idiota imprudente. En la situación presente, la acción de este “héroe” solo estaba provocando más choque, porque conozco a mi hermano y el no iba ceder y menos si el no estaba haciendo “algo malo”. Entonces la acción de este “héroe” era imprudente porque además traía a su hijo en brazos, justo a lo que apelaba para detener el conflicto. En lugar de meterse a la discusión, la acción correcta era retirarse de ese espacio para proteger a su hijo o simplemente no meterse o ir por la policía, sin embargo, su narcisismo-heroísmo era más grande.
Su participación empeoró, aún más, todo. Una de estas alternativas de acción (proteger a su hijo y alejarse, mantenerse al margen o llamar a la policía), fue justamente como actúe hace 3 meses cuando fui a otro partido y me tocó otra discusión, más violenta que la que viví. Una persona que asistían por primera vez, lo supe porque me lo dijo en una breve charla que tuvimos, terminó “mentándose la madre” con el vendedor de alcohol, quien primero se la “mentó” a él. El beisbol no es exclusivo, una persona que pague su boleto tiene derecho a estar presente en el estadio, pero este individuo fue más a tomar que a apreciar el espectáculo. Lo noté porque pedía alcohol a diestra y siniestra, precisamente por esto fue su choque con el vendedor, porque al hacerle su cuenta total para pagar lo que consumió, este espectador novicio se quejaba del abuso del vendedor en la cuenta, lo que sinceramente no puedo decir que mentía porque, por desgracia, muchos de estos vendedores son mañosos. Sinceramente era imposible llevar una cuenta clara si pedía alcohol sin control. Pelear por la cuenta a pagar, los llevo a insultarse, yo no me metí, no paso nada más y ahí terminó la cosa, por supuesto yo estaba muy enojado porque yo no quería vivir eso, que nada tenía que ver con el deporte que amo. En el caso de nosotros, todo el ruido generado por quienes “en su ignorancia” pensaban que nosotros provocamos el problema y no me refiero a las 4 personas, me refiero a todas las demás que nos empezaron a gritar y el “héroe” que quiso detener la discusión, hizo mucho más grande la situación.
El escándalo que se generó, en nuestro caso, provocó la llegada la Policía Bancaria Industrial (PIB), una fuerza policiaca pública que está dirigida a dar servicio en empresas/instituciones o eventos de algún tipo. Su presencia en el estadio Alfredo Harp Helú se ha recrudecido porque desde hace un tiempo rondan videos en redes sociales de personas liándose a golpes en el estadio. Algo que no niego que antes pasaba, solo que no había este boom mediático, pero no pasaba con la frecuencia con la que ahora se da con la gente que asiste a ver a los Diablos Rojos del México. Este tipo de hechos se puede relacionar directamente con todo el fenómeno que hay sobre “la moda del beisbol” en la Ciudad de México y el público que la organización de los Diablos Rojos del México se ha esforzado por captar. Como se han dado muchos actos violentos últimamente, pude hoy entender, que ahora manejan una política más estricta ante las peleas dentro del estadio. Este es el clásico ejemplo de “muerto el niño a tapar el pozo”, el mismo descontrol, falta de educación y “el vender por vender”, responsabilidad de la propia organización de los Diablos Rojos, ahora lo quieren encubrir con una política de “cero tolerancia”. Esto solo es taparle el ojo al macho, el problema sigue ahí y la responsabilidad de la organización también.
Ante la presencia de la PIB y su solicitud de que abandonáramos el estadio, la gente, esa misma que gritaría lo que la masa en ese momento juzgara, nos empezó a abuchear, lo cual me pareció injusto. Lo que respeto de la intervención de la policía fue lo que hicieron. Nosotros aceptamos salirnos pero que la cosa fuera pareja, es decir, que también salieran las cuatro personas que, en sí, y a pesar de lo que los ojos de los demás y sus juicios puedan dictar, fueron quienes empezaron todo este conflicto. Nosotros no empezamos el conflicto porque nosotros seguíamos el código del estadio y, por supuesto, respondimos, pero ante conductas agresivas, transgresoras, o sea, propiamente dicho, ante conductas violentas. El no dejarnos tuvo su costo y no nos importó pagarlo sinceramente. Lo que me dio risa y, hasta gusto, fue ver las caras de espanto del señor mayor y la chica, porque cuando la policía les pidió salir, dimensionaron lo que ellos mismo provocaron, no se si finalmente entendieron que paso y lo que generaron, pero esos rostros no los olvidaré jamás. Respeto a la policía, porque en este caso, ante la afición que se había “decantado por un lado”, actuaron con justicia, algo que, por infortunio, no pasa mucho en este país. Hasta cierto punto los policías fueron agresivos, pero no puedo decir que fueron violentos hacia nosotros (porque nosotros tampoco dimos pie a eso), incluso salimos platicando con varios de ellos, en los que nos escoltaban hasta la salida del deportivo (el estadio está dentro de una ciudad deportiva).

Aunque en este mundo se usen como sinónimo la agresión y la violencia, desde mi análisis formulado con base en mi experiencia, no me parecen la misma cosa. En mi concepción, la cual puede ser muy cuestionable (solo es una visión, no un hecho, mientras no se puede comprobar), la agresión es una “energía de vida”. Podríamos decir que la agresión es parte de nuestros instintos, aunque aún no me siento capaz de afirmar que es distinta a una emoción y no entiendo del todo el por qué. La agresión es parte de la vida, por ejemplo, cuando yo como una manzana, lo hago a través de un acto agresivo, a través de usar mis dientes “arranco” un pedazo de ese organismo. Este ejemplo nos da la dimensión de la necesidad e importancia de la agresión. Si sabemos canalizarla nos lleva a mover la vida, nos permite entrar al metro (transporte subterráneo) a las 8:30am para poder llegar a nuestros trabajos a las 9:00am en una urbe gigantesca donde muchas personas se mueven a esa hora, da pie a que un futbolista le quite el balón a un contrincante o permite a un batear conectar la bola de beisbol que es lanzada con agresión hasta casi 100 millas por hora.
En su lado “B”, la agresión es un componente que aparece en situaciones como una ofensa, un asalto, una violación, etc. En mi consideración, cuando la agresión se suma a la hostilidad, el rechazo, los juicios, el resentimiento, el odio, etc., es cuando se detona la violencia. Si, además, tomamos en cuenta a una persona que tiene estas emociones y que están potenciadas por sus lesiones emocionales que le provocan un dolor destructivo, eso nos podría dar más sentido de como el nivel de agresión, posiblemente, sea un diferenciador para terminar de dar el empujón que provoque un acto violento. Entender esto, si mi planteamiento tiene un sentido, nos llevaría a ver como podemos detectar lo que alimenta un acto violento de nuestra parte y comenzar a hacer algo al respecto.
No es pecado ser espectador nuevo, pero al menos sería prudente preguntar sobre qué hacer o que no hacer, de hecho, nosotros fuimos el día de hoy al estadio porque justamente era la primera vez que mi primo iba a ver un partido de los Diablos, a diferencia de los demás, venía con personas que le iban a decir que hacer, que no hacer y cómo comportarse. Pobre de mi primo, la primera vez que va y le tocó que lo sacaran del estadio. Dentro de todo esto, puedo decir que es una experiencia que nunca había vivido, por supuesto, no deseo volver a repetirlo, pero es una anécdota más para contar en esta vida. Sin embargo, esta historia a un no termina, hay un interesante giro de tuerca.
Al llegar a casa, y llegar más temprano de lo esperado, fue necesario darle una explicación a nuestra madre sobre lo sucedido. Me da gusto decir que como un hombre adulto tengo a una madre a quien darle explicaciones de mis actos, porque la tengo, sigo respetando su rol y le importo. Fue en este punto cuando me enteré de que, quien realmente inicio el conflicto, no fue mi hermano (yo estaba seguro de que no, pero lo terminé de confirmar), no fue el señor mayor, no fueron algún de los dos hombres que formaban este grupo de 4 personas; quien inicio el conflicto fue la chica. Hombres y mujeres somos violentos y eso necesitamos verlo, porque justamente fue lo que no entendió esta chica. Lo que mi hermano me narró fue que ella le comenzó a gritar, con un grito transgresor, nada amable, que es muy común en los estadios deportivos y conciertos, por lo menos en los que he asistido en la Ciudad de México. Mi hermano me comentó que le comenzó a grita “¡ahí va el agua!”. Esta frase parece inocente, sin embargo, en su significado implica un acto bastante deleznable que a cualquiera molestaría, lo que seguramente ella no sabe. El “agua” que está implícita en esta frase es la orina.
Parte de estos ambientes violentos que se dan en los estadios deportivos es porque son espacio donde la gente justo puede sacar en un “ambiente aceptable” su violencia. Es lo que la gente que odia y ama la tauromaquia no entiende: Quienes la odian no entienden que es una salida “socialmente aceptable de la violencia” y que no solo se trata de quitarla por quitar, la cuestión es, si la quitas, ¿qué le das a la gente para que pueda canalizar su violencia? Por la otra parte, quienes aman este espectáculo, no comprenden que “asesinar” a un animal es un acto altamente violento (sobre todo porque ese es el propósito, no es por un fin alimenticio), que no se puede encubrir o justificar por lo que más se esfuercen en hacerlo y sin importar de que lo quieran enmarcar en la idea de que es “arte”.
Existen diversos espacios donde la gente puede sacar su agresión y violencia, sin importar si la gente es consciente o no de esto, por lo tanto, en estos espacios, este tipo de acciones (gritos, mentadas, chiflidos, empujones, etc.) están más a flor de piel, porque justo ahí se saca todo eso que la gente trae guardad, pero tiene un riesgo. Existe una delgada línea entre sacar mi agresión y violentar, es la diferencia entre0 actos “transgresores de las normas sociales” versus a provocar un hecho mayor que detone un acto evidente y altamente violento. Si las personas no son conscientes de esto, es importante que comiencen a hacer conciencia. La masa, en la medida que fomenta el anonimato, da pie a que la gente haga lo que no haría regularmente. Fue justo lo que seguramente esta chica la impulso a hacerlo, pero no tuvo ni idea y no dimensionó lo que pasaría.
Por supuesto, no creo que ella nos fuera lanzar un vaso lleno con orines, práctica que ha sido común durante años por desgracia, de hecho, no hace mucho tiempo, salió un video en redes sociales de un aficionado de Monterrey (del equipo de futbol Rayados), orinándose en un vaso para cervezas en plena tribuna y lanzando su orina hacia otros, es un acto violento sin duda. Aunque yo puedo asegurar que no iba a hacer esta acción, lo que ella no sabe es el contexto que tiene esta frase, por lo tanto, cuando la grito no se dio cuenta de que esta amenaza era una transgresión y que detonaría la respuesta de mi hermano. Finalmente, las personas piensan que pueden hacer lo que quieran en la vida, sin entender que el contexto, marca pautas y consecuencias, esto fue lo que sucedió. Por eso supongo que tampoco entendieron que si merecían salir del estadio porque ella violento a mi hermano y a mi primo. Sus acompañantes no le sancionaron esa expresión y seguramente la quisieron proteger, mi hermano respondió, pero no directamente a ella (o no con la fuerza que después ya lo hizo), él se “ancló” con el hombre mayor, porque fue quien le siguió gritando y dentro de estos códigos machistas, a las mujeres se les deja de fuera, aunque ellas sean responsables. Esto no me sorprende.
Cuando he tenido a tribunas hostiles, al momento de jugar beisbol, justamente las personas que más me han agredido son mujeres, mamás que acompañan a sus hijos o familiares de jugadores, porque, como los hombres (desde los códigos del machismo) tenemos prohibido responder, ellas si tienen la libertad de decirnos de cosas, quizá no entienden que esto les da una cierta ventaja, porque si hombre responde, otro hombre responderá, porque defenderá a la mujer. Me tocó verlo en peleas en los campos amateurs de beisbol, se armaba la bronca en el campo de juego y la tribuna se metía, mujeres que iban a violentar, entre la violencia ya desatada por hombres. Una vez a mi hermano le tocó ver como un jugador golpeó a una mujer en una bronca, porque ésta llegó a violentar a otro jugador con un bat, es justo el momento donde un sagrado bat de beisbol se convierte en un arma. Por lo tanto, con amigas o parejas que me han acompañado a mis juegos la regla que les marco es clara “si arma la bronca, no te metas”. Esto no es por machista, es porque una violencia desatada, no se fija en quien es quien, a la hora de violentar.
Es parte de la responsabilidad que ahora también le toca asumir a las mujeres, en estos espacios de mayor equidad, las cosas cambian, mi hermano pudo ignorar los gritos, sin embargo, ante algo que además era “absurdo” (como le reclaman a alguien de tapar la visión de un juego que no está en desarrollo y ese reclamo solo evidencia su ignoración respecto al espectáculo) a mi hermano eso lo detonó y lo entiendo. El es un hombre enfocado en cuidar a nuestra madre (los tres lo hacemos), que no tomamos, no tenemos vicios, y lo único que siempre ha marcado nuestra vida es el deporte, una de las cosas que son pilares de nuestra salud mental. Amamos sobre todas las cosas el beisbol, pero disfrutamos el soccer, el futbol americano, el tenis, la F1, etc. Estamos atentos ahora, de las olimpiadas, nos fascina ver las competencias, los diversos deportes, nos esforzamos por entender sus reglas y apreciar sus formas. Por lo tanto, entiendo que no es posible tolerar que lo transgredieran en algo que no estaba haciendo mal, de algo que es uno de sus pasamientos de su vida y que le tocará en una situación así, me da todo el sentido de porque respondió y no dejó de responder. Además, no es lo mismo decir “¡ahí va el agua!” versus a decir “permiso”, que es la forma en la que, cuando la gente sigue levantada, estorbándome cuando el juego esta en plena acción, grito porque de verdad desespera el cómo la gente se levanta sin la menor conciencia de que estorba. Todo parte de la “nueva afición” que va al beisbol, parte de la culpa de la organización de los Diablos Rojos del México.
Todo esto, quienes somos, lo que hacemos, lo que significa para nosotros el beisbol y los Diablos Rojos del México, quienes nos gritaron y abuchearon no lo saben, no lo entienden y no tienen por qué entenderlo, por eso hoy no sentí vergüenza cuando me sacaron del estadio. No es grato que te obliguen a salir de un lugar, como cuando alguien lo expulsan de clase; sin embargo, con nosotros fue porque nos defendimos, no por hacer algo incorrecto, por eso apoye a mi hermano, se que es duro cuando encara y no busqué detenerlo, lo apoye y no me arrepiento. Asumimos nuestra responsabilidad, la misma responsabilidad que, a través de la policía, tuvieron que asumir estas cuatro personas (espero que hayan entendido algo, sinceramente no lo creo), ojalá que así asumieran su responsabilidad todos los involucrados en este hecho. Lo más curioso es que este hecho les sucediera a personas que han ido durante años al beisbol, que nunca han tenido conflictos y que aman ir a ver el juego. Los tiempos cambian, me queda claro que toca ser más mesurados y es correcto si esto propicia el que comencemos a ser más consciente y responsables de nuestra capacidad de violentar, porque somos seres violentos y necesitamos aprender a manejarnos, ser conscientes de nuestras acciones, porque tarde o temprano tienen consecuencias.
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