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  • Foto del escritorAldo Muñoz Castro

Las madres luchonas - Parte 2

Actualizado: 19 jul 2018

La madre luchona, que es padre y madre a la vez, es más valiosa, porque siendo mujer, es decir, con esa condición innata de inferioridad e incapacidad, como si el ser mujer fuera una enfermedad, es mucho más admirable su esfuerzo por salir adelante.

Sin duda, ante la ausencia de opciones para ser valoradas de forma real, muchas mujeres se han identificado desde esta figura de la maternidad y desde el resto de estos “lugares especiales”, que a la vez, reproducen y sostienen el machismo. En esta dinámica, ante el constante fenómeno en aumento de las madres solteras se hizo necesario socialmente, y machistamente hablando, “cubrir” la ausencia de los hombres que no asumen su paternidad o que la ejercen con carencias o a la distancia. Por un lado, se resalta y enaltece a la “madre luchona”, y por el otro, no se habla del “padre ausente”, del “padre incapaz”, del “padre desobligado”, del padre “irresponsable” del “hombre que no pudo ser padre”, del “padre que no puede ser padre”.


En esta sociedad machista, una familia que no está unida se considera un fracaso, tanto para el hombre, como, para la mujer. En esta visión, el descalabro es más fuerte para la mujer porque el “máximo sueño” y “lo más importante” que hará una mujer, en su vida, es casarse. La mujer es fácilmente señalada ya que, en lo común, ella es la que cuida a los hijos y un hijo es una evidencia de que un vínculo existió y de que un hombre no está. Esto facilita y fomenta la ausencia y desapego de los hombres. Si regularmente los hijos se quedan con la madre es porque se considera que estarán mejor con ella que con el padre. El manto sagrado de la maternidad basta, se devalúa al hombre y se evita que sea participe del cuidado y formación de los hijos. Con esto que externo no pretendo justificar a los hombres, más bien, hacer visible lo que nos hemos esmerado por hacer invisible: la crisis masculina.


A un nivel más consciente y más afín a la nueva visión de las mujeres, con la madre luchona, se cubre a una mujer que, de alguna manera, no hizo una elección adecuada de pareja.

La etiqueta de la madre luchona eleva a la mujer, la coloca en un nivel superior. Se hace más visible para cubrir al hombre que no está (que no pudo, que no supo cómo, que le valió). También para, inconscientemente, quitar un poco del peso del “fracaso” de su relación, porque se le culpa a la mujer por no ser capaz de hacer que su pareja, el padre de su hijo (os), se quede con ella. Además, se justifica a los hombres ante el deficiente rol paterno que desde hace tiempo desempeñamos. A un nivel más consciente y más afín a la nueva visión de las mujeres, con la madre luchona, se cubre a una mujer que, de alguna manera, no hizo una elección adecuada de pareja. En esta modernidad de mujeres que ya no quieren el machismo, se demanda no elegir como pareja al patán, al mal hombre, al macho, al incapaz. El fin es negar el dolor y tapar la herida del ego “pseudoempoderandose”.


Sí, lo que en pocas palabras estoy planteando, es que la madre luchona es una forma de ver a la mujer que, en lugar de resaltarla desde lo real, la alaba y santifica desde el imaginario del machismo. Es por eso que todo este tiempo abiertamente me reía de los memes respecto de las mujeres que son “padre y madre a la vez” y de las “madres luchonas”. La madre luchona es una proyección de lo que es ser mujer, para nuestra cultura, construida desde la misógina misma. Es una mujer a la que se le culpa por estar sola y con un hijo. Algo hizo o algo careció que no fue capaz de, como ya dije, “retener” al hombre que posiblemente “la dejó por otra”, porque no fue suficientemente mujer y ahora tendrá que ser “mucha madre”.



Es la mujer abandonada, sola y desamparada pues se le ve con una óptica de inferioridad, se le visualiza como desprotegida al no tener a “un hombre a su lado”. A la que le tocó, por desgracia, un “bueno para nada” o “un cabrón” o “un hombre débil. Idea irreal porque, a fin de cuentas, ambos se eligieron. La que por ingenua, porque una mujer no es inteligente, le vieron la cara. Es la “pobrecita mujer”, a la que se le trata con lástima disfrazada de reconocimiento que deriva de verla como alguien inferior porque no es hombre. Es esa lástima que usamos ante las personas que viven con discapacidad por ejemplo. Como están incompletas, hay que festejarles exageradamente sus triunfos para que se sientan bien, integrados, aceptados, es decir, para que se sientan normales y no sea evidente que los vemos como menos respecto a nosotros los “normales”.


Lo más saludable, es aceptar la ausencia que es evidente para que el hijo pueda y aprenda a hacerle frente.

Además, la madre luchona tiene este lado de idealización porque es una mujer “doblemente fregona”. En apariencia es porque es “padre y madre la vez”, evidenciando que no requiere, y no le hace falta, ese hombre que no está con ella. Sin embargo, eso es una mentira. Algunos años atrás, mi querida psicoanalista María Luisa me enseño que no sirve querer cubrir el hueco del padre ausente mediante la madre, el abuelo, tío, etc. Lo más saludable, es aceptar la ausencia que es evidente para que el hijo pueda y aprenda a hacerle frente. Por supuesto, el aceptarlo evidenciará el dolor del abandono, pero es la realidad. Si se pretende negar que un padre no está, es irreal, y solo origina sufrimiento al pequeño. Recuerden no es lo mismo vivir el dolor que hacer sufrimiento. Desde este discurso, lo que se termina provocando, al querer cubrir el hueco, es justificar y darle una salida fácil al hombre. Así mismo, también es mentira que no se requiera al hombre, la labor parental es una labor que se comparte y se complementa por estas dos figuras que existen: el padre y la madre, la madre y el padre. Forman un todo.


Dentro de esto, no se señala al hombre que no está, la sociedad solo la ve a ella y no ve al padre carente, la sociedad misma lo hace ausente.

La madre luchona, que es padre y madre a la vez, es más valiosa, porque siendo mujer, es decir, con esa condición innata de inferioridad e incapacidad, como si el ser mujer fuera una enfermedad, es mucho más admirable su esfuerzo por salir adelante. Por eso les damos ese reconocimiento vació, del que esbocé arriba, es el que se le da alguien que desde la inferioridad tiene un logro que hay que aplaudirle de pie, para hacerlo sentir menos inferior, cuando el aplauso de ese tipo, en sí mismo, es una forma de remarcar esa “inferioridad”. Dentro de esto, nuevamente lo resalto, no se cuestiona, ni se señala al hombre que no está (por la razón que sea), la sociedad solo la ve a ella y no ve al padre carente, la sociedad misma lo hace ausente.


Con base en todo esto, ¿por qué si la figura de la madre luchona es afín al discurso machista, se le comenzó a atacar? La respuesta para mí tiene que ver con el camino que las mujeres han recorrido hacia la equidad. Los metros de terreno que han ganado son evidentes, y poco a poco, se va respetando su lugar. Ello necesariamente conlleva comenzar a renunciar a las cosas “positivas” que recibían del machismo, es decir, se comenzó a hacer evidente que estas formas especiales de ver a las mujeres son irreales e injustas porque están lejos de la equidad. Les invito a no verlo como algo malo, son pasos necesarios para que sean vista y respetadas como mujeres, y sobre todo, como personas.


La manifestación social que surgió a partir de estos memes fue para detener la imagen “inmaculada” de la madre luchona y evidenciar la incongruencia que tiene esta idea con las intenciones de equidad de las mujeres. No todas las mujeres son buenas madres, ni todas son perfectas, ni todas son luchadoras. Las mujeres reales también viven con dificultad el asumir su maternidad. Si son jóvenes, son personas que desean vivir su juventud, salir y divertirse; les toca contrastar esas intenciones con su maternidad. No siempre están luchando, simplemente viven y buscan ubicarse en esta nueva realidad. Las madres solteras son reales, las mamás luchonas no lo son.


En esta vida, a cada uno de nosotros nos toca vivir particularidades que marcan nuestro desarrollo y nuestra existencia. Son nuestros retos de vida.

La madre soltera es una mujer que, en la elección muta que hizo con un hombre, es decir, en el proceso donde ambos se eligieron, no logró, junto a su pareja, mantener su relación. Sus recursos no les alcanzaron para continuar juntos. Eso pasa en las relaciones de pareja, la “gravedad” con la que se mira el asunto es por la presencia de un hijo (os). Porque en este mundo de apariencias y exigencias, es muy grave que un hijo no tenga a sus padres juntos, “lo bien visto” es una familia completa. Es ahí donde se nos olvida que una familia junta no es garantía de crear un espacio adecuado para la crianza de los hijos. De hecho, esta idea de proteger a los hijos, también es irreal, porque la intención es que “no les pase nada”. En esta vida, a cada uno de nosotros nos toca vivir particularidades que marcan nuestro desarrollo y nuestra existencia. Son nuestros retos de vida.

Requerimos romper con ideas, porque son solo eso: ideas. La forma en que los hombres vemos, e insistimos ver a las mujeres, ya no aplica. Pero también las mujeres requieren de comenzar a verse de otra manera. Empezar a ver también, de otra manera a la familia, a los hijos y, en general, a todo el mundo. La vida, claramente, ya cambió de como era antes. Ya no podemos seguir negando que, si existe una madre soltera, existe un hombre que no pudo, y en muchos casos, no quiere hacerse responsable de su paternidad. No es conveniente seguir cubriendo el hueco que los hombres estamos dejando. Requerimos asumir, todos, nuestras responsabilidades y caminar juntos. Estamos en un proceso acoplamiento de una nueva realidad, es una buena oportunidad la que tenemos ante nosotros.



Aldo Muñoz

Psicoterapeuta

aldo@aldomunoz.com



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