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Foto del escritorAldo Muñoz Castro

Un adiós es para siempre

En los viejos tiempos el decir “adiós” significaba en verdad la posibilidad de no ver jamás y no volver a saber nada de alguien. Hoy en día, con la interconexión que tenemos es casi imposible que esto suceda.



Para quienes se mudaban de un lugar a otro el hecho se volvía un tremendo evento traumático debido a que se golpeaba una parte que es fundamental para los seres humanos, nuestras redes sociales. El término se usa diferente a como el groso de la población lo entiende en el presente. Una red social, desde la psicología, es todo ese conjunto de personas con las que tenemos una relación y que nos proporcionan cosas que ayudan a nuestro bienestar. Un rato de diversión, afecto, compañía, ayuda en momentos difíciles, apoyo económico, apoyo moral, orientación, etc. Las redes sociales son vitales por lo que nos dan.


        Su construcción no es fácil, sobre todo para quienes tienen dificultades para relacionarse. Por desgracia, y no es una coincidencia siniestra, quienes tienen una red social limitada son frecuentemente personas que pueden padecer algún trastorno mental, o padecen una enfermedad emocional, o tienen problemas graves de vida, o se les dificulta adaptarse. Para algunas intervenciones psicoterapéuticas se vuelven fundamentales su presencia y más, hoy en día, debido a que la familia y su dinámica se ha transformado tanto que ha tenido como consecuencia que las familias sean más pequeña (una red familiar reducida) o que ya no solo sean de "sangre".


        Decir adiós era una experiencia muy dolorosa en el mundo de hace años significaba, como en aquel momento representaba, que ya no volveríamos a ver a esa persona de la que nos despedíamos. Como pasaba en las películas de antaño, los momentos más emotivos eran las despedidas: Del viejo amor, de ese que ya no regresaría, del que se perdía para siempre. Despedirse en el fondo no significa otra cosa que el inicio de un proceso de duelo. Sí, hablamos de las pérdidas. Cada vez que pienso en el perder me queda más claro que, en la vida son una constante que nos hemos negado a verlas como algo natural y solo las asumimos como un atentado hacia nosotros. Por tanto, se vuelven lo no deseado, lo que no se quiere, lo que hay que impedir. Esta forma de vivir las pérdidas nos ha provocado graves problemas.


        Al momento de la partida de un ser querido, donde la muerte es la razón de la despedida, la familia del ser ausente se reúne para dar un último adiós. La causa por la que antes, en algunos lugares, los velorios duraban días era para dar tiempo a que todo aquel allegado al difunto tuviera tiempo para enterarse, tiempo para llegar y para que "alcanzar a despedirse"; si no se lograba, esa persona cargaría con eso por el resto de su vida. Este acto, siendo sinceros, es más para la persona que sigue vivan que para quien parte, es una necesidad de los vivos sentir que se quedó resuelto todo asunto con aquel que se marchó para evitar cargar con esa deuda emocional.

 

        El mundo ha cambiado. Vivimos en un espacio revolucionado y modificado, en gran parte, en mi consideración, por el avance tecnológico derivado de los teléfonos móviles. El subproducto derivado de estos, las redes sociales (ahora si hablo de las aplicaciones), es el último giro de tuerca de esta transformación. Todo este movimiento humano ha modificado la forma en que nos despedimos y "cerramos ciclos", palabra muy usada en la actualidad pero, en mi presente y a mi consideración, carente de sentido. Su idea implica que, ante alguna vivencia de la vida, acabemos con todo lo relacionado con eso hecho, algo similar como borrarlo de nuestra vida, gran mentira. Para mi la premisa no es otra: lo que vivimos tiene permanencia. Por lo tanto, no "cerramos" los hechos de la vida, porque siempre estarán presente de una u otra forma y, lo importante, es como aprendemos a lidiar con esto a través del tiempo. Por lo tanto, ya no solo se trata de decirle adiós a algo o alguien, implica más

              

        Como expuse antes, en los viejos tiempos, el decir “adiós”, significaba en verdad la posibilidad de no ver jamás y no volver a saber nada de alguien. Hoy en día, con la interconexión que tenemos es casi imposible que esto suceda, quienes no son poseedores de redes sociales llegan a ser la excepción. Por un lado, esto nos enriquece, porque nos permite reencontrarnos con personas o estar en contacto con otras, sin importar la distancia que exista de por medio. Por el otro lado, evidencia nuestra incapacidad para tener separaciones sanas o "desprendernos" de alguien; lo que se evidencia en acciones como cuando "stalkeamos" a alguien o cuando revisamos el celular de nuestra pareja.

               

        Me sorprende como el alcance de la tecnología traspasa hasta lo profundo de la humanidad. Hoy en día decir “adiós” es diferente. Amigos que se mudan a otros países, cambios de trabajo, fines de ciclos de estudio (fin de la preparatoria o universidad), etc.; en el altamente tecnológico mundo actual, si nuestro deseo es hacerlo, podemos seguir en contacto con las personas que han formado parte de una etapa de nuestra vida y eso no es menos que maravilloso porque nos enriquece. En su contraparte, nos coloca nuevos retos: aprender a establecer límites, mantener una sana distancia con alguien con quien sabemos que podemos "abrir la puerta" fácilmente, mantener una sana relación con esa personas que sabemos que, si la buscamos, nos contestará o incluso podemos tener "un encuentro causal". Con esto que escribo, no pretendo generar una negación hacia las perdidas, pero si resalto el hecho de que, en el mundo de hoy, “un adiós ya no es para siempre”.

               

        Esta nueva dificultad para separarnos de los demás nos evidencia lo profundo que son las conexiones emocionales que podemos generar con las personas, en esto aclara que cuando hablo de conexiones, o se limita solo a emociones placenteras. Es por esto que, por ejemplo, vivir la pérdida de una pareja, en la actualidad, se hace más difícil cuando estamos conectados por redes sociales, porque implica amigos en común, actividades, recuerdos, etc. Esta interconexión nos hace que no podamos “soltar al otro” o que el otro “no nos suelte”, por esta misma razón es que estos términos me parecen inútiles, aunque sigo escuchándolos a cada momento, porque la manifestación de la necesidad presente de "alejaros a pesar de todo lo que nos mantiene conectados".


        Toda esta interconectividad nos evita vivir nuestras pérdidas, congelarlas o dejarlas pendientes. Situación que puede ser muy perjudicial para algunos, porque hace que los límites se rompan, que no exista un espacio de reflexión donde el dolor se viva, donde se aprenda y, además, se rompe con la posibilidad de aprender, cambiar y crecer. Tenemos ante nosotros un auténtico reto, el comenzar a trabajar sobre las formas en que las personas aprendan a vivir con las experiencias de la vida, porque las personas que formaron parte de eso ahí están, ya no se trata de "cerrar sus ciclos", "soltar", "dejar atrás" y, menos, de "superar". El hecho es que fueron, son y serán parte de nuestra vida, el reto es como aprender a lidiar con ellos y, en mi opinión, el reto aumentará, porque la tecnología sigue avanzando y cada vez estamos más interconectados.

               

        La invitación es a dar pie para vivir nuestras pérdidas e incluso, comenzar a cuestionar por que significa este termino (con mayor profundidad), porque en el hoy ya no son para siempre.


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